viernes, 10 de diciembre de 2010

Reforma política: modificaciones que usted no verá

Nuestro país tiene diversos desafíos en los cuales avanzar en cuanto a la calidad de su democracia. En dirección a eso, el gobierno ha anunciado un paquete de reformas políticas que se llevarían a discusión durante el próximo año. Algunas de ellas, de concretarse, representarían un avance, como son la inscripción automática, el voto de chilenos en el exterior, el cambio de fecha en las elecciones, primarias obligatorias, etcétera.

Seguramente Sebastián Piñera anunciará estas reformas como “revolucionarias”, pero en esta columna, doy fe de que hay transformaciones más profundas que nuestro sistema político necesita y que, por lo visto, hasta ahora no existe la voluntad para llevar a cabo.

Dentro de los primeros tópicos descartados por la reforma aparece la Defensoría del Pueblo u Ombudsman. Para el que no lo conoce, ésta consiste básicamente en “un investigador independiente con autoridad para recibir denuncias de los ciudadanos, exigir cuentas al Estado por sus deficiencias y la reparación a los perjudicados por acciones gubernamentales o injustas, o por violaciones de los DD.HH.”(1). Mientras exista este vacío, la sociedad civil estará menos protegida ante las arbitrariedades estatales. Por lo demás, sólo dos países en América Latina no tienen esta defensoría: el nuestro y Uruguay.

Por el contrario, el gobierno está proponiendo una unidad de gestión y control que fiscalice las políticas del gobierno y el avance de cada ministerio, cuando en realidad, los ciudadanos debieran ser los primeros fiscalizadores y denunciantes de las políticas cuando no funcionan o perjudican sus derechos y qué mejor ejemplo que lo sucedido recientemente en la cárcel de San Miguel.

La reforma tampoco traerá consigo un cambio en el régimen político. El gobierno acumula tanto poder que el Congreso parece un mero estorbo (no debería serlo, pero al hacer un llamado al “flair play” para legislar ayuda a que lo parezca) sobre todo ahora que tiene minoría. Por poner un ejemplo que congracie con nuestra elite, el presidente de los Estados Unidos, que tiene la posibilidad de reelección inmediata, tiene bastantes limitaciones al momento de legislar. No puede emitir decretos, los temas exclusivos en los que puede legislar se ven limitados, no tiene posibilidad de veto total y, por su parte, el Congreso puede modificar el presupuesto a su parecer y si rechaza el presupuesto el presidente no tiene margen de acción (2).

Bastante alejado de lo que pasa en nuestro país, donde el presidente tiene la posibilidad de emitir decretos, legislar en temas exclusivos, vetar en su totalidad proyectos y aprobar el presupuesto en caso de rechazo del congreso (3). O sea, puede jugar a que el congreso es un estorbo debido sus amplias facultades.

Nuestro sistema electoral tampoco sufrirá cambios. Aunque en este tema habría que necesariamente hacer cirugía mayor, ninguna de las dos coaliciones está en condiciones de perder el trabajo que han logrado por más de veinte años. Por ello, no tendremos distritos más representativos (el ejemplo clásico es Aysén, ya que una baja cantidad de población elige los mismos escaños que un populoso distrito en la Región Metropolitana), las fuerzas minoritarias tendrán una gran dificultad para obtener escaños si no pactan con las dos coaliciones conocidas y, por lo tanto, no tendremos una mayor competencia para que la ciudadanía tenga mejores opciones.

Podría mencionar otras como la elección de intendentes y gobernadores, la iniciativa popular de ley, la posibilidad de revocar mandatos de autoridades incompetentes o que tengan problemas con la justicia, plebiscitos vinculantes, entre otras que irían en la dirección de una revolucionaria reforma política.

Tanto los avances u omisiones que contenga la reforma serán de responsabilidad del gobierno y oposición. Sin embargo, mientras el gobierno tiene grandes posibilidades de llevar a cabo su programa y de mantener el statu quo en temas que le interese, la situación es distinta para la oposición. Más amplia y menos anquilosada de como la vemos en el congreso, tiene la oportunidad de renovar sus ideas y de comenzar a exigir mayor rendición de cuentas del gobierno, una mayor desconcentración en la toma de decisiones y un sistema más representativo.

Los ciudadanos necesitan una mejor reforma política.

Referencias y visitas:

(1) (2) (3) Mark Payne, entre otros. La Política Importa, página 256.

http://www.ombudsman.cl/

http://www.facebook.com/ombudsmanenchile.ahora

http://creandoconcienciacritica.blogspot.com/

sábado, 6 de noviembre de 2010

POLÍTICA // Reelección Presidencial: Un Candidato Todo Poderoso

Ignacio Maulén

Nuevamente en el debate público aparece la discusión del período presidencial, debido a la presentación por parte de diputados de un proyecto que permitiría la reelección presidencial inmediata y que tendría que modificar el artículo 25 de la Constitución. Sin duda, que el actual sistema de cuatro años sin posibilidad de reelección inmediata deja un corto tiempo para legislar sin la intervención de elecciones que inevitablemente van modificando la agenda política. De esta manera, en un país donde es valorada la continua renovación de los mandatarios, por la dificultad de repetirse el plato, un posible reelección de esa forma podría cambiar ese escenario.

Tanto en sectores de oposición como del oficialismo verían con buenos ojos esta disposición. A la hora de sacar la calculadora, ambos podrían aprender de hechos históricos y provocar nuevos escenarios en vísperas de una elección presidencial. En efecto, en el año 2009, la reelección de Michelle Bachelet le hubiera ahorrado bastantes dolores de cabeza a la Concertación en su búsqueda por un liderazgo. En ambas coaliciones, en todo caso, estarían expectantes al apoyo del presidente en ejercicio en las encuestas para una potencial candidatura. En todo caso, esto sigue siendo sólo política ficción. Lo lamentable de estas ideas de reformas políticas, es que vuelven a postergar una discusión más de fondo, que tiene que ver con propuestas de cambios a largo plazo y con inclusión de mayor transparencia hacia la ciudadanía. Como ejemplo, véase lo que pasa en términos de voto voluntario u obligatorio o la propuesta a un cambio en el sistema electoral. No hay un solo relato mandante al interior de las coaliciones, las posiciones cambian dependiendo de la época y se nota un distanciamiento de las actuales dirigencias con las bases (académicas incluidas) evidente.

Mi propio cálculo político es que una reelección inmediata en las actuales condiciones del presidencialismo chileno resultaría perjudicial para los competidores opositores y evidentemente para mayor transparencia. Ya hemos visto a los presidentes en época electoral (y tb. en otras épocas), ejercer las amplias atribuciones que tienen por sobre el congreso, en materias del ámbito legislativo, presupuestario y, además, el amplio espacio que copan en la agenda de los medios de comunicación. En ejemplos concretos, podemos recordar las intervenciones por la reforma laboral en 1999, el sistema electoral en el 2005 y el último anuncio de reconstrucción de estadio en medio del elección de la ANFP. Si a esto le agregamos la cantidad de personas de confianza del mandatario trabajando en campaña e, incluso de importancia, como intendentes y gobernadores, estaríamos frente a un "todo poderoso" aspirante a la presidencia, y muy difícil de derrotar, por lo demás.

Por su parte, las coaliciones tendrían otro desafío. Siempre sería más fácil postular a un candidato probado en el ejercicio del poder, sin el esfuerzo de renovarse. Seguramente reinaría la opinión de las encuestas y se mantendría esa vieja costumbre de no hacer una restrospectiva profunda de cómo ha realizado su labor el presidente en ejercicio.

A mi entender necesariamente tendríamos que tener junto a esta posible modificación, debates y cambios importantes a las atribuciones del jefe de Estado en campaña electoral y también, claro está, en el período regular (sin elecciones). Como el acentuado presidencialismo que tenemos no permitiría una competencia más equilibrada en un contexto de reelección inmediata, la alternativa menos perjudicial es volver al histórico período de 6 años sin reelección. De hecho, para los que afirman que eso es una eternidad, yo votaría por un período de 5 años sin reelección, sin problemas.

Mis agradecimientos a Paulina Mardones y a algunos amigos anónimos por sus comentarios.

Una versión menos extensa y con algunos cambios fue publicada en: http://creandoconcienciacritica.blogspot.com Recomiendo su visita.